viernes, 5 de julio de 2013





Un filme corto acerca de este paraje con niebla y barro.
Cámara fija sobre el paisaje nevado.
Audio: sin sonido para los primeros cuadros.
Sólo viento para esta luz artificialmente alimentada.
Viento reflejando viento.

Años despertando al ojo,
                             al diafragma
                             a la insensatez
                a la insensatez, memoria
NO,
No sabes lo que se vivió esos años
Ninguna idea se asemejaría a lo que se vivió esos años
Ninguna puesta en escena podrá contar lo que se vivió esos años.




jueves, 27 de junio de 2013

Teme mucho si se ausenta el eco


El eco logra transformar cualquier arquitectura y casi diríase, que a cualquier anatomía. Más si se trata de ésta de la de un niño más pequeño que alguien de su edad -seis, quizá cinco años-. El eco le estremece hoy aún más, porque su cuerpo de niño se halla semi desnudo y apenas un trajecito de baño en color azul marino -como el de papá, llega a pensar al mirárselo puesto-, le cubre. No, también unas sandalias completan el vestuario para un domingo a mediodía en el inmenso -como el mundo-, vestidor de hombres del club familiar y deportivo. Aquí los hombres andan desnudos. Y él y desde su altura, observa cómo es que testículos y prepucios se agitan al centro del eco. El eco. El eco de voces graves, rasposas, filosa alguna. Como un bisturí ya utilizado -lubricado de líquido humano-. El eco de carcajadas de hombres velludos, de hombres sudorosos, de hombres ancianos y niños acompañados de su padre. "Está difícil" -piensa en silencio, y se refiere al mayúsculo problema que supone abrir el candado de su locker con al llavecita que él mismo se ha atado al cordón interior del bañador: diecisiete nudos superpuestos -"para no perderla, esta vez no la perderé, esta vez no me reprenderán por ello"-. Diecisiete. Diecisiete nudos superpuestos han acortado tanto el cordón, que no consigue alcanzar con la llave atada a él, el candado. Tendría que quitarse el traje de baño para abrirlo. Y le avergüenza. Y la vergüenza le amedrenta. Y el miedo le avergüenza. Y la vergüenza le asusta. Y cualquier susto puede provocar que incluso el eco, llegue a ausentarse y le deje solo frente a lo irrefrenable de su vejiga estremecida de adrenalina. De miedo-. "Está difícil" Ahora el pensamiento es vocecilla. Vocecilla de niño. De seis, quizá cinco años. De niño con frío, porque pese a traer en una mano la toalla y la pequeña rejilla con shampoo y nórdiko, no se atreve a soltar ésta para cubrirse con aquella, que es también azul, quizá con algo impreso -no un super héroe, sino flores-. Él ama a las flores. Y más, a las flores azules impresas en su toalla. Más el amor avergüenza -ha aprendido sin recato- y el ama esas flores tan semejantes a las impresas en la toalla de mamá -sólo que ésas en rosa o violeta-. De modo que así, bien podría decirse que se trata de un niño paralizado, intentando con la mano izquierda, abrir el candado de su locker. Acerca el pubis al metal -helado y filoso también-. Acerca el pubis colocándose de puntillas sobre las sandalias. Ha de tratarse de un niño hermoso. Y semi desnudo. Su anatomía se destaca -huesos, músculos incipientes, costillas-, acaso por lo despiadado del eco. Eco de voces engrosadas de testosterona. Y vergas colgando a la altura de sus ojos. Ojos de niño de seis, quizá cinco años. "Está difícil"
Y la inmensa mano sobre el hombro diminuto
Y la voz aromatizada de bicarbonato y after shave.
Y el vello húmedo aún de Drakar Noir
No le gustaría pues, a él, al niño en bañador azul, que esos ojos detrás de ese rostro de chacal hermoso, repararan en su toalla de flores amadas y azules. Es que el azul es su color favorito. Y mucho menos, en la inminencia de que su vejiga llegue a ceder. El hermoso chacal recién afeitado sonríe y luego suelta una carcajada. Teman, teman más a los filos mellados, porque éstos cercenarán más que incidir, más que mutilar. Así, mellada y oxidada, la voz del chacal: -¿Quieres que te ayude amiguito?- Más teman aún más al miedo de un niño de seis, quizá cinco años: -Mjm- (Porque la voz ya no sale, porque a la voz le ha costado desde una vez abandonados los balbuceos, asomarse de nuevo al mundo, resonancia de aquel primer grito tras la expulsión del útero).
Y la mano
Y el vello
Del chacal con ojos de reptil
Las escamas conducen al ojo y el ojo humedece a la lengua
Del reptil
Del chacal
Y mano de chacal se posa en vientre de niño pequeño -de seis, quizá cinco años-. Y vientre de niño se estremece y contrae como cuando el agua le llega en la alberca al cuello. Y al estremecerse vientre permite asomar las líneas que conducen al pubis. Pubis de niño. Sin vello. Ahí donde los dedos del chacal se introducen hasta rozar el diminuto pene encogido de un niño pequeño -de seis, quizá cinco años-. Y niño mira al reptil reptar en torno a sí, enredársele por los muslos y subir por sus testículos pequeños y escondidos bajo el bañador azul. Teman de la erección de un niño pequeño -de seis, quizá cinco años-. Teman mucho. Ahora el chacal - reptil jala el trajecito de baño, a fin de conseguir acercar el cordoncillo y a sus diecisiete nudos no hasta el candado, sino hasta su bigotillo recién recortado, que huele a hombre porque huele a after shave de los años ochenta. 
Mano velluda tira tela hacia abajo
Lengua, extensión de las escamas de la serpiente
Lengua de los muslos al pene de un niño pequeño -de seis, quizá cinco años-. 
Erección del pene del niño pequeño -más pequeño que alguien de su edad-. 
-¿Quieres ir al vapor? ¿Has ido? ¿Te da miedo?
-No
-¿No has ido?
-No me da miedo-: dientes contra los dientes, tráquea contra esófago e intestinos, la presión de su mano derecha se encaja a sí misma los bordes de la canastilla con shampoo y nórdiko. Toalla con flores azules al piso. Eso es lo que mira el niño, las flores azules que él ama. 
"¿Por qué se habrá ido el eco? ¿A dónde?"
El chacal carga en sus brazos al niño, como si fuera su padre y siente contra su pecho velludo y oliente, el pene diminuto del niño diminuto en sus brazos de gigante de gimnasio atrofiado. Lágrimas por las mejillas de niño que sólo piensa en no extraviar la canastilla que le fue entregada por papá y bajo amenaza "Pon atención, por favor, no vayas a perderla de nuevo""No papi" "Y amárrate la llave al traje de baño" "Sí papi". Teman de un niño amenazado. Teman mucho. Si esto fuera cine, la cámara no se atrevería a enfocar la sustancia que conforma a las lágrimas que corren por sus mejillas en este forzado close up involuntario en el que advierte la audiencia que los ojos del niño van de la canastilla al techo, porque supone que el cielo permanece aún allá afuera, y él ha escuchado muchas historias acerca del cielo y sus bondades, y puede confiar en cuanto ha escuchado o incluso, llegar a pensar que este instante, se trata de una de ellas. Teman de un niño que se niega a acudir al infierno de los hombres adultos, sea éste un club familiar o la iglesia pentecostal, católica o de los últimos días; sea éste el espacio protegido de una dulce psicóloga recién egresada o sea éste la escuela centenaria regenteada por célibes y piadosos hombres de Fe. Más teman aún más del infierno de un niño pequeño, de sies, quizá cinco años. "Papá me ha llevado al vapor. La primera vez, me dio un poco de miedo porque me resbalé y lloré porque me caí, pero como los hombres rieron y ordenaron -como ordenaban los miembros de la Gestapo a los recluidos (el niño ignora el significado de la palabra Gestapo, más los hombres adultos, habrían de temer más al temor del niño que a esa palabra)- que no llorara, me callé. Luego me empezó a divertir no ver a papi detrás de las nubes, y él se escondía y yo le buscaba y ambos reíamos."Y con tales imágenes de nubes y risas en segundo plano, travelling
Hacia la puerta del vapor. A través del pasillo de mosaico mohoso más desinfectado con hipoclorito de sodio. 
Cámara se detiene. 
Puerta se abre. 
Vapor sobre cámara. 
Fade out a negros.









¿Consiguen escuchar el eco?




El eco que habita los vestidores de un club deportivo y familiar.


Años ochenta


Teman al eco.
Es el eco del placer de un niño pequeño, de seis, quizá cinco años, al interior de la cavidad bucal de un chacal hermoso, velludo y bañado en after shave.



sábado, 2 de marzo de 2013

No un Bonsai

Y miras a través de los cristales del corredor, como un gato sin nombre
Y tu nombre, que han casi todos los presentes llevado al olvido
O como solía nombrarte mamá o papá, en esos años
Y el escondrijo o calabozo desde el que todavía, procuras de cuando en cuando cantar un poco
Y bailar.
Un hombre se ha hecho amigo de un árbol diminuto y le ha contado por poco, casi la mayoría.
Un árbol diminuto es acariciado
Y le cuenta a su amigo, que siente ganas de estornudar.
Ambos estornudan al unísono.
Así comienza un relato
-Hecho danza por la memoria-,
De dos amigos que al unísono, simplemente estornudan.
Porque no hay en esta puesta en escena ni héroes ni acontecimientos que en algo o en nada, enaltezcan la condición humana.
Sabe que su árbol diminuto, no vivirá para siempre.
Y que no le gustaría aburrirlo con esos largos soliloquios acerca de un corredor para personas mayores, flanqueado por cristales.
O de como desde entonces, ha pensado que sería mejor hoy por ejemplo, la muerte.
No es un bonsai
Es un árbol pequeño
Al que le gusta la misma música
Y que en cierto modo, disfruta la compañía.




miércoles, 27 de febrero de 2013

Clint

Llamemos por ejemplo, hoy a nuestro personaje, Clint; aunque su nombre no sea realmente Clint y no le haya nunca interesado la filmografía de Clint Eastwood, ni como actor, ni mucho menos como director o guionista. Pongamos por ejemplo, que hoy a Clint le da por escribir algo y se abre para ello un blog. No le gusta a Clint decorar su blog - o desconoce cómo-. No le gusta por ejemplo, "formatear" el documento y elegir un tipo de letra que algo de calma le otorgue mientras escribe. Supongamos que el blog de Clint, ha sido nombrado por Clint, precisamente así "Blog de Clint" o blogdeclint.blogspot.com, aunque, repito, Clint no se llame realmente Clint ni -lo de Eastwood descrito arriba-. Y Clint escribe. Y supongamos por ejemplo, que ella puede ser Naomi, aunque al igual que Clint, su nombre no sea realmente Naomi y no conozca siquiera de la existencia de Naomi Watts o Campbell. A Naomi no le interesa el mundo de la belleza, ni de la moda, ni de los reflectores. A Naomi, le interesa leer lo que Clint, a partir de hoy, escribe. Tú, que conoces bien a Naomi, sabes que es mexicana y temerosa. Que muchos hombres han depositado sudor sobre sus ingles. Que ella misma ha depositado mucho sudor sobre las ingles de muchos hombres. Y que ella ahora está sola al tiempo que lee el blog de Clint. Por alguna razón que desconoces, te imaginas a Clint y lo imaginas un poco a la manera de Eastwood pero no tan viejo ni tan arrugado, quizá simplemente casi igual de flaco pero menos alto porque sabes que Clint, en este caso, no nació en San Francisco sino en la capital mexicana. Y no obstante todas las sustanciales diferencias que ello puede conllevar, imaginas que Clint tiene una mirada penetrante. Y Clint escribe. Y Naomi lee. Y tú lo atestiguas. Y Naomi se estremece. Y tú lo sabes. Clint no escribe para Naomi, ni para su madre, ni para un cadáver. Pero tú sabes que para Naomi, esas letras son para ella. Nada podrá apartarlas de sí o de cuanto a partir de leerlas, acontezca. Y leyó Naomi -no en voz alta, porque la voz de Naomi, es silenciosa y perezosa-: "La persona que se halla sentada delante de mí, únicamente sonríe cada que la miro por encima de la pantalla en la que estas letras van apareciendo. La persona que se halla sentada delante de mí, es una prestadora de servicios a quien se le paga, tal como reza su anuncio: por el necesitado consuelo, servicio por hora o por sesión (paquete). La persona que se halla sentada delante de mí, se halla sentada delante de mí y casi frente a mí, porque yo he solicitado sus servicios. Concertamos la cita hace dos horas. Llegó a este cuarto hace cuarenta minutos. He supuesto que le pagaría únicamente una hora, más hasta este momento, me he resistido al consuelo. La persona que se halla sentada delante de mí, no comprende lo que me ocurre, pero es generosa, me ha abrazado apenas llegando, ha besado mi rostro, ha acariciado largamente mis manos y ha dicho que de perfil, me parezco a Marlon Brando. No me gusta Marlon Brando. Mucho menos cómo acabó. La persona que se halla sentada delante y casi frente a mí, me mira con una compasión fingida y ensayada, más como en el teatro, yo le creo y he creado esa convención para que una vez terminando de escribir esto, ambos nos metamos debajo de las sábanas." A Naomi se le han corrido dos lágrimas, quizá tres y de ésas que de tanto fluir, podrían ser un llanto completo aunque sean únicamente lágrimas aisladas y desorientadas, que no tienen mayor consciencia de a qué o quién se deben ni qué o quién podría apreciarles o detestarles. Naomi pasa su dedo blanco por su mejilla blanca. Y Naomi le dedica a Clint, en la infinita distancia, una canción "Tonight Will Be Fine" en voz de Teddy Thompson. Y mientras tanto, los años de Naomi y su humedad le toman por sorpresa y no acaba de secar la tercera cuando bien sabe que una cicatriz invisible se hizo con su cuello hace tiempo o que un jeroglífico sólo para ella y él descifrables, se escribió por donde la lágrima continúa, hacia la clavícula y amenaza al pequeño seno derecho. Y Naomi sabe que ella es eso. Y le gustaría que en este momento alguien -alguno de ellos, él mismo, tú o Clint-, le llamara por su nombre y la besara suave y largamente después. Pero Naomi sabe que en este meridiano y a esta hora y a favor de esta nueva inclinación del eje terrestre, sólo acudirá la nostalgia en forma de atmósfera, nunca de acontecimiento. Y Clint ahora le dice su nombre al vendedor o prestamista de sosiego. Y el comerciante ve suavemente deslizar su dedo por el cuello de Clint, al tiempo que muy lento, casi como si de su último aliento se tratara, le dice su nombre. 

Unhope

Para la estancia en esta ciudad, la desesperanza diluirá al miedo.
Tener esperanza, es tener miedo. Al fracaso, a lo venidero, al inasible porvenir.
Y este hombre sin esperanza y con miedo.
Este hombre que no habla desde la garganta porque ya no existe el hueco que normalmente conectaría ya con los pulmones, ya con el esófago.
Este hombre, que no habla ya desde los intestinos porque,
tanto de lo percutor de esas largas estancias al centro del mosaico verde y helado;
los han deformado a tal punto, que no hay ya casi materia alguna, capaz de transitar a su interior.
Se acumula materia.
Pudre materia.
Materia podrida pudre organismo.
Organismo apesta.
Peste en lo poros, por ejemplo.
Acércate a olerle, a él, y corrobora por ti mismo el hedor de la desesperación.
Que de tan séptica y horrorosa, no se atreverán ni las ratas.

viernes, 18 de enero de 2013

Fiction


Limpiando los entrepaños, con el polvo al costado de tus párpados y en la nariz húmeda -como la de un perro que ya no ladra-; muchos libros, la mayoría con señaladores en alguna página que no recuerdas y conforme les acomodas bajo determinada clasificación -más cercana a un mapa autobiográfico o laberinto-, balbuceas, te propones repetir algunas de esas frases que llegaron a ser lo único verdaderamente consistente de alguna tarde en la que el paisaje, debió ser como para enmarcarse en el Louvre. No eres parte de ese librero, nunca has sido parte, acaso se proyecta ahí tu sombra, pero nada más. Prefieres que la clasificación sea accesible, para que cuando ya no estés, alguien pueda acudir a tus señaladores y dar con lo que tú, no fuiste capaz. Luego te harás cargo de los discos. Luego del polvo. Luego una obra plástica o dos, todas menores, luego una obra dramatúrgica o tres, todas temerosas y a la espera de tu partida. Aceptas, como el portero que hincado deja correr sus lágrimas ante los improperios de su equipo y más aún, de su afición tras no haber conseguido atajar el último penalty para ganar la copa del mundo; como Maradonna el día que se sintió derrotado o Lance Amstrong con Oprah -nada más que tú, desde luego, sin que de ello se haga una primicia mundial ni siquiera en tu reducido mundo que va del librero al retrete-; aceptas que hoy, no te será ya posible. Por eso prefieres que todo se encuentre accesible y en orden. Aunque invaden todavía, incesantes por tu cabeza, algunas palabras que no has conseguido encontrar. ¿Lo harás? ¿Te irás? No tienes un gatito que se haga cargo de tu clasificación, tu catálogo, tu obra. En este blog, tú has sido tu propio editor. Tú te contratas, tú te pagas, tú te reprendes, contigo mismo actúas de cortesano -te masturbas o te invitas una buena comida para además de lo que puedan tus letras, abrir el espectro de relación social con quien te publicaría, si no ¿cómo conseguirías entrar en tu selecto círculo?-. Ve por un momento a la cocina, hazte un café, tibio, como prefieres. Mira las hojas secas sobre el filo de la ventana. Regresa ahora, conversa con tu gatito y hazle una caricia tímida detrás de la oreja, verás cómo es que ronronea y sonríe. Engrapa primero tu boca. Engrapa luego tus párpados. Evita el sangrado con yodo y vaselina. Y ubícate donde sea menos riesgoso que caigas -el retrete no, quizá el sofá o el piso de plano-. Ahora observa las planicies del desierto y siente la arena golpearte el rostro. Las dunas. El rugido de tu motor. Los Andes en el fondo. Un poco de Litio. Toda una vida dependiendo del Litio. Todo un ecosistema dependiendo del Litio, que no se da en el desierto pero que bien podría ser sustituido con Mercurio o Plutonio. Tu sistema nervioso, un reactor nuclear. Trae contigo una cámara. Y no temas por la falta de story board. Simplemente haz la o las tomas. Del túnel en travell out hasta una lluvia de tus hojas secas, las que contengan las peores de tus letras -éstas, por ejemplo-, mira como ella baila entre ellas, y sigue filmando, mira como al fondo y a la izquierda, ella en una silla se inclina hasta el frente, hasta sus muslos y vuelve a incorporarse para tomar de la superficie, O2. Ah, ¿cuál es la música? Cortarás, serán muchos cortes. Convence a tu editor. De que pueda un gato correr por el pasillo enfriado a base de Nitrógeno y que a razón de lo que nos ha acontecido a todos y que es el incremento en la inclinación del eje terrestre, ella caiga por el pasillo como si de un acantilado o alguna pared del Himalaya se tratara. 
Por la hora, ya no deberías estar haciendo esto. 
Yo conozco tu rostro y la cortina detrás. 
Nadie la correrá ahora. 
Nadie. 

sábado, 5 de enero de 2013







siempre y nunca más estarás aquí
el campo de batalla
tiempo
en el que nada nos debamos ya