sábado, 2 de agosto de 2014

En el día del novillero...

A Tod@s quienes algún día, supimos lo que es enfundarse una taleguilla.

Se hace parte del cotidiano, ni siquiera se presta a cuestiones, quienes nos llegan a mirar sonríen, y a veces se acude a la autocensura; más no puede evitarse: ese sin pensar dar lances al viento, ese tomar una toalla, un saco, un mantel y lancear al imaginario, a la nostalgia, a lo que ya no es y sigue siendo y sin embargo no fue.
Por eso comenzar estas líneas con una dedicatoria, porque es poco probable que el resto -me disculpo por anticipado por ello-, llegue a comprender más allá que la torpeza retórica de quien escribe.
Ese sobrellevar las horas del día dejándose algunos segundos escapar al territorio de la inenarrable alegría que es -fue-, ha sido, dar muletazos a un novillo, mirarle a los ojos, olerle y que te huela el miedo. No importa en qué actividad se halle, el alma demanda tanto al viento, que la imaginación replica ya con ese natural esbozado al aire, ya con cerrar los ojos y volver a imaginarse como desde el primer día, partiendo plaza en México o Madrid o Tlaxcala o Sevilla.
Sólo quienes algún día emprendimos esa vida sin regreso: la de querer ser toreros -por la ambición, sí, de gloria, de fortuna y demás vanidades; más por sobre todo y más allá, por eso intangible que aún hoy, en mi caso, casi veinte años después, sigue siendo un cante profundo y desgarrado en lo insondable del pecho o alma: querer ser torero por la única razón de querer ser torero y vivir toreando-; sólo quienes un día acudimos a los Viveros de Coyoacán, a Chapultepec, a Los Remedios, a Arroyo, a la Plaza México, al Cortijo de Miguel Ortas, a La Movida, a la San Juan, a Atitalaquia, a Ajacuba, A Tezontlale, a Tianguistenco, a Tezontepec, a Sayula, a Zacaola, a Zautla, a Atoyatempan, a Atzacan, a Tetla, a Terrenate, a Apizaco, a Quebrantadero, y tantos y tantos pueblos, plazas, parques, terregales más; con un trapo envolviendo un capote, una muleta, una calzona y en mi caso, una muda y todas las ilusiones dentro; quienes emprendíamos dos o tres veces por semana el viaje a la terminal de autobuses o corríamos la mañana soñándonos vestidos de luces; quienes sin pedir permiso llegamos a ganaderías; quienes un día nos vestimos de luces (y tod@s estoy seguro, nos vestimos y revestimos muchas veces antes del día de partir plaza, porque lo necesitábamos); quienes hoy, veinte años después, todavía nos soñamos despiertos, muchas horas al día, toreando; sólo nosotros, sabemos lo que este día significa: algún@s quizá todavía acudan a alguna capea, otros lo celebramos en el más profundo silencio -que cuando ya no es posible mantenerlo, por ejemplo, se escribe esto-.
Es que en el silencio, se saborea lo que se sabe, no va a abandonarnos nunca, aunque hoy, en este día, 1 de agosto y del novillero día, recuerde también que duele, porque la mayoría no llegamos.
Un abrazo enorme, a tod@s los toreros, de pueblo, subalternos, matadores, figuras y los que hoy ya sólo en sueño.