La dificultad para una "espeleología" de lo intangible, o el manifiesto fracaso del pensamiento en tanto lenguaje para adentrarse en lo inestable -y por ende indefinible- y contradictorio del estado -condición, aunque prefiero "estado", en tanto existencia: presencia, experiencia- humano; han dado paso a la concepción de universos paralelos que hemos dado por llamar Arte y que en las Artes Plásticas (sobre todo en las no figurativas ni conceptuales), disuelven en sí, en gran medida, la lógica que del pensamiento, hemos aceptado como idealización de verdades fundamentales -verdades "del alma" (por llamarles de un modo)-, no marginando sino ahondando fuera de magnitud, sondeos que no necesariamente tendrían que ser descifrados por aquél que ha fracasado, sino que vividos, podrían ampliar los horizontes de la existencia, y ello, en un instante.
Lo anterior, lo escribo luego de una hermosa noche con Guillermo Arreola y Braulio Peralta; cuando ya en el postre cocinado en su punto por mi entrañable Guillermo, la reflexión saltó a la mesa y no ha dejado de vociferar en mi cabeza. Curiosa contradicción.
Más de las frases -lenguaje-, más contundentes que en mi muy corto conocimiento del Teatro me han conmovido y obligado a cambiar la perspectiva de mi mirada, se halla sin duda esa última frase de Hamlet, ya herido de muerte, en brazos de Horacio, y vaticinando en el futuro inmediato, el fracaso de la palabra -y el Teatro-, en lo venidero para su reino. Fortimbrás reinará con la espada. Hamlet no ha conseguido con la palabra y el Teatro, dar luz a la justicia o a la civilización. Su fracaso es además y ante todo, cuanto calló, porque la palabra en su tiempo -previo al Renacimiento-, se hallaba subordinada al acero. Así, sus últimas palabras no sólo vaticinan el futuro, sino que dan cuenta en efecto, de su derrota:
... el resto, es silencio.
Guillermo Arreola, cuya pintura a mí, me ha auténticamente cambiado la vida, llevó a cabo una exposición hace más de un año: El resto es silencio. En ella, expandía los intangibles que las convulsiones violentas de nuestro país, han ido surcando en lo que podríamos llamar alma o bioquímica o memoria o corazones.
Hoy, la frase retoma y despliega una contundencia insospechada en mí.
Nada que decir, todo o nada que callar. El pensamiento se ha retraído, su lenguaje ha levantado las banderas blancas -raídas, tintas en sangre algunas-. No es que nos hundamos. No es que el frío tras el cristal nos devuelva únicamente la memoria de los vencidos. No es que la helada cubra el horizonte.
Es que no sé que decir ante este hoy.
Es que todo eso, correspondería quizá, a lo que sospecho de mi Teatro, de mis palabras, pero un agotamiento les contrae.
Hoy quisiera adentrarme en tu estudio, amado amigo, y permanecer muchas horas en tus pinturas.
El resto, es silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario