Fueron esos años, han sido los días; han sido las horas, más el extravío de mil serpientes dentro de los huesos o el espacio vacío entre los músculos, algunas arterias, quizá los años, quizá los días.
Cuanto ha percibido esa galaxia incierta para los desterrados, la que todavía mil o dos mil años, acaso millones, aguardará la señal que algunos esperanzados, lanzaron al espacio exterior: ese silencio para las serpientes y ese suspiro para los osos polares.
Han sido los días por los que se escribe y serán los años para quienes una escritura sin letras y de sólo alientos, irá diluyendo el canto de los leones marinos o el aullido de las hienas, en la sabana de leones, cebras y ñús desierta.
Vi a un torero antiguo, niño prodigio en su día, llenar de sudor la mañana helada; vi a los soñadores colgar de un carro de ferrocarril sin rumbo, y algún rugido, algún rugido; y al interior de las bocas que ya no tienen nombres que saborear en sus lenguas, y al interior, en el túnel de sus gargantas, las serpientes y otros reptiles con garras, cual sanguijuelas prensados al interior del esófago y los intestinos.
El telón de los maniáticos, el escenario de los dementes, la audiencia de los extraviados, esa psicosis, esa fascinante pelea a muerte para la nada.
Y después, nada...
Nada.
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Mil abrazos
¿Si no, dónde recogeríamos nuestros escombros?
José Alberto Gallardo
Teatro de la Brevedad
Director
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