viernes, 24 de junio de 2011

Cuando los que caen

Cuando la humedad que de una tarde cualquiera, en forma de una diminuta gota de lluvia recorra tu particularmente hoy entrecortado y ajeno rostro; cuando la brisa helada que adviertes apenas a través del cristal y que se desprende de los restos de algunos bienaventurados que yacían envueltos en metal retorcido, a la orilla de la carretera por la que irás sin rumbo; cuando consigas imaginar incluso el olor y el color de tus propios trozos -no se distinguiría entre hueso, piel o alhajas-, tras lo que quizá supongas, fue "un salto sin red"; cuando percibas cómo es que las hienas no son feroces sino sólo hambrientas; y cuando una tarde cualquiera el ansia te ahogue ante la amenaza de los sofocados, peleando espeluznante y rabiosamente, diminutas partículas de oxígeno de tu propio aliento; cuando tu propio suspiro te haya alcanzado...
No, no serás tú quien cae.
Desearás lo diminuto de una canción al oído.
Ante la indiferencia de los que para tu envidia, caen.
Esta tarde cualquiera, no caerás tú.
Dolerá.
Entonces.




--
Mil abrazos
¿Si no, dónde recogeríamos nuestros escombros?

José Alberto Gallardo
Teatro de la Brevedad
Director

No hay comentarios:

Publicar un comentario