Le dio la impresión de que lejos de acariciar, más bien enterraba sus dedos entre los bordes del respaldo al tiempo que lo urgía con alguna determinación, cualquiera que ésta fuera. Y ese ritmo nunca acelerado, como las aguas de un pantano que no tardan en hacerse una con las del mar. Y estas manos en las que casi llega a hacerse evidente, que no conseguirá más su rastro. Son los días -llega a decirse-, y cierta exhalación para mezclaras con el ruido: los autos y las personas que también deambulan; son las horas, y es el miedo... Entonces quedará, sólo el miedo.
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Mil abrazos
¿Si no, dónde recogeríamos nuestros escombros?
José Alberto Gallardo
Teatro de la Brevedad
Director
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