domingo, 26 de junio de 2011

Le dio la impresión de que lejos de acariciar, más bien enterraba sus dedos entre los bordes del respaldo al tiempo que lo urgía con alguna determinación, cualquiera que ésta fuera. Y ese ritmo nunca acelerado, como las aguas de un pantano que no tardan en hacerse una con las del mar. Y estas manos en las que casi llega a hacerse evidente, que no conseguirá más su rastro. Son los días -llega a decirse-, y cierta exhalación para mezclaras con el ruido: los autos y las personas que también deambulan; son las horas, y es el miedo... Entonces quedará, sólo el miedo.


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Mil abrazos
¿Si no, dónde recogeríamos nuestros escombros?

José Alberto Gallardo
Teatro de la Brevedad
Director

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