domingo, 16 de octubre de 2011

Buenos Aires Parte III




Su Beirut o su frontera norte particulares, su Saigón o su Ciudad Juárez íntimos, su Afganistán, su Bosnia, su vuelta a Nagasaki. Ahí, en medio de esos dos cuerpos, las huellas de la radiación y sin embargo, ellos dos, él y ella, ella y él; Nuria y Amador, se abrazaban, aferrándose el uno del otro y el otro del uno, como dos animales que se hunden y sólo pueden advertir en el rostro del otro, como es que la muerte va haciéndose presente conforme se pierden en la quietud del pantano o la espesura de la Ciénega, con los pulmones a punto de estallarles.
-Ésa, es la casa en la que pasamos la primera noche aquí, hace dos años
-¿Es ésa? ¿Estás segura?
-Creo la remodelaron. Ya no es hostal.
-La recuerdo azul
-Ahora es verde
-No creí que estarías aquí. ¿Llevas mucho tiempo?
-Llegué hoy
-¿A poco? Por poco nos cruzamos en el aeropuerto, entonces
-Me aseguré de que no fuera así
-Ah... Había oído. Me enteré, alguien me dijo, no me acuerdo quién, que habías pasado una larga temporada aquí. ¿Buscando fondos?
-No. Recorriendo los fondos.
-Los... ¿fondos?
--

Hace dos años, Nuria y Amador viajaron a Amsterdam. El motivo era un pretexto: tenía ella que visitar la sede de alguna organización benéfica, de ésas que el príncipe subsidia; Amador tenía algo ahorrado, resultado de alguna publicación y de su trabajo “fijo” en una universidad. Viajaron de manera arrebatada, sin itinerario, así que hubieron de conformarse con vuelos diferentes, en líneas diferentes, aterrizando con una o dos horas de diferencia, tal como hoy, dos años después. Así que aterrizó él antes, así que pasó por migración él antes, así que le fue sellado el pasaporte a él, un par de horas antes que a ella. Así que se apostó él sobre alguna de las columnas del Schipol International Airport, bañaba una luz blanca desde los inmensos ventanales que abren el cielo de Amsterdam a los viajeros, veía él, cómo su sombra conforme corrían los minutos, avanzaba en torno, alargándose o deformándose, regándose sobre el mármol blanquísimo en el que las llantitas de los equipajes y el interminable andar de lo apresurado, pocas huellas dejaban tras de sí sobre él. Advirtió en las pantallas un ligero retraso en el “British” del que Nuria arribaría. Y un mar de cuerpos rozándose, milimétricamente precisos en su andar, incapaces de fundirse con otro, sorteando el obstáculo de algún equipaje excesivo, saltando con pasitos apenas, las maletas rodantes o las miradas esparcidas en un horizonte generalmente imaginario. Los cientos de viajeros extraviando la búsqueda de sus pupilas al encuentro de ésas otras en las que se reflejarán, tras lo que serán bienvenidos o abrazados con el cuerpo de un amigo o familiar, aunque abundan los gélidos esperas con su paleta membretada y firmada por el logo de alguna corporación; todo ello en torno a Amador, que llevaba consigo, sólo un equipaje diminuto colgado al hombro, en él, una lap top, un libro, dos mudas, pasta de dientes, cepillo y desodorante. Más dentro de sí, contenía al mar rojo antes de ser dividido para el cruce de los israelitas, furioso y quizá, combinado con algún río de lava subterráneo, aquellos que arrojan fumarolas en las zonas glaciares o que de un momento a otro, sepultan poblados enteros petrificando para siempre a sus pobladores dichosos. Era eso, lo que en realidad traía él consigo, la sequedad de los labios que por haber probado esos labios, padecen ahora una insaciable sed, la sed del desierto, la que con agua no puede ser solventada, pues se vomita al instante. Sólo esos labios, sus labios, los labios de ella, de Nuria. Pudo acercarse voluntariamente a un puesto de toma de presión para los viajeros sensibles y sin duda se le habría diagnosticado el considerable incremento de la potencia de su corazón y de la tensión de las paredes arteriales; más prefirió el apostamiento en la misma columna, con la luz blanca de frente, como un reflector inmenso, con los cuerpos deambulando sin dirección aparente en torno, con los equipajes sobre el piso del Schipol 

No hay comentarios:

Publicar un comentario