lunes, 4 de julio de 2011

Compra de votos, democracia y sindicalismo para los buitres


La anulación de la consciencia individual, ha sido, desde mi punto de vista, el flagelo fundamental de nuestro país. Un extravío de la identidad y una desorientación de los motivos individuales de la existencia tras el atropello que la clase dominante -conquistadores, oligarquías, políticos-, ha llevado a cabo sobre los mínimos fundamentales de la dignidad en tanto seres humanos, ha arrojado manifestaciones más o menos salvajes de lo que el alcance del bienestar socio económico se supone que podría ser, al menos en su forma más básica. 
De tales manifestaciones, que han carecido desde siempre y a todos niveles de elementos consistentes para la conscientización antes que para sólo una educación en teoría "funcional"; no me ocuparé en el presente, sino de algunos -sólo algunos-, de los efectos del atropello.

Recién se llevaron a cabo las elecciones en varios estados de la República. El que más cerca me queda, el Estado de México, es una muestra, que como en los procesos de diagnóstico clínico, bien puede dar cuenta de la virulencia generalizada en el organismo, en el país. 
Era común ver cómo la infraestructura de Eruviel, superaba sustancialmente a la de Encinas o Bravo Mena: ver cómo los taxistas, los microbuseros, los acomodadores, llevaban algún emblema del chapeado candidato del tricolor. En los centros comerciales, algún entusiasta repartía marbetes con la sonriente imagen y al interior, módulos con televisores loopeaban la demagogia del ex presidente municipal de Ecatepec. Un desprecio por la inteligencia y una soberanía de lo inmediato sobre el análisis, fueron certeros argumentos del candidato que hoy, cuando escribo estas letras, va confirmando su "victoria", una "victoria" erigida además, sobre el 56.5% de abstencionismo.

Lo que me inquieta, lo que me encabrona y me emputa, es quienes nos permitimos seguir siendo como mexicanos, como ciudadanos, como seres humanos.
Porque casi todo está en la boca de todos, casi todos lo sabemos, al menos una vez se ha comentado -aunque superficialmente, no importa-, en nuestras mesas, en nuestras charlas familiares, en nuestras conversaciones con amigos, o en nuestra consciencia:
Sabido es, que las elecciones no se ganan con propuestas que vayan a arrojar en realidad un desarrollo social; sino con demagogia, con promesas sobre lo inmediato -y se firman ante notario-; apelando por lo que como ciudadanos, aceptamos como nuestra pobreza de pensamiento -nos resistimos al análisis, consideramos su sinsentido, nos alimentamos con basura-.
Sabido es, que las elecciones, no se ganan convenciendo a los ciudadanos, sino a los hijos de puta de los llamados "líderes" -sean sindicales, de agrupaciones, de movimientos, de "comités"-; esas redes de chacales y buitres que van sumando no de uno en uno sino de cien en cien, de mil en mil. A éstos cabrones, se sabe también, se les complace con algún puesto, con algún beneficio mínimo para "los compañeros" y uno mayúsculo para su "porvenir" -¿es comprensible, por ejemplo, que la tal Mtra. esté libre, al igual que el imbécil presidente de la república, tras la noticia de la semana pasada sobre el intercambio de votos por puestos públicos?-.
Sabido es, que las elecciones no se ganan con proyectos de fondo y propuestas sustanciales, sino con parafernalia y fuegos artificiales; así, por ejemplo; a los candidatos les vale verga el tipo de formación que se imparte en las escuelas -oficiales y particulares-; sólo hablan de "más escuelas, más educación", sin saber lo que ello significa; les vale madres la dignidad y la posibilidad de desarrollo laboral, sólo dicen "más empleos" -basta recordar la contabilidad -mentirosa desde luego-, del imbécil presidente y sus alfiles-.
Sabido es, que las elecciones no son una competencia pareja, sino que se trata de un trenzado, de un entramado de "amistades", intereses, "relaciones", "estrategias"; que pueda aportar recursos, que pueda aportar "respaldos" a la campaña; por más que el IFE -institución millonaria y vergonzosa que habríamos de auditar cada minuto-, haga su labor fiscal y vigilante.

Recuerdo a varios de mis compañeros de la preparatoria -una prepa particular, cara, católica-; con aspiraciones políticas, que ya se sumaban a las "juventudes" partidistas de cualquiera de los cagaderos existentes; cuyos padres eran quizá el trampolín para el heredero; me recuerdo conversando con ellos y cómo desde sus 15 o 16 años, tenían claro en qué consistía "el juego": en hacer "relaciones", en hacer "amigos", en llevar a cabo "favores" para "ir escalando".

Ese mierdero, que todos sostenemos -al menos quienes pagamos impuestos-; que sostiene al poder y que permite el atropello y la voracidad de una minoría, en su cimiento es impulsado y sostenido por ciertas decisiones nuestras que van más allá de la emisión de un voto:
En gran medida, muchos de nosotros, desde nuestra más elemental educación -en la familia quizá-, hemos sido inducidos a la obediencia, al no cuestionamiento, a la ausencia de un diálogo real y al despertar del instinto del entretenimiento como evasión: la aspiración de una televisión, un videojuego, un "smart phone"; y del del consumo como antídoto para la creciente ansiedad que infructuosa, se opone a la pérdida de consciencia y libertad.
Entramos después a algún sistema educativo, de los que la mayoría, es el llamado tradicional, ése en el que yo te digo qué y tú obedeces, ése en el que no me cuestionas porque además de que yo sé más, soy la autoridad; ése en el que las opciones de realidad y de futuro son horizontes reducidos de funcionalismo consumista, y en el que la mejor muestra de consciencia, parece ser el sumarse a tan atractivas como vacuas aspiraciones.
Y ya para cuando se nos otorgó un mínimo poder de decisión, quienes más afortunados fuimos, quizá pudimos leer algo, escuchar algo, ver algo, que mínimamente nos hizo tomar una -a su vez-, mínima consciencia que por supuesto, no termina de descubrirse y a tientas se desplaza entre los riscos y los desfiladeros; otros nos vimos obligados a trabajar antes que a estudiar y quienes finalmente conseguimos ingresar a algún centro de formación profesional -público o privado-; la repetición de las frases comunes, la repetición de los ideales cotidianos, comunes, productos plásticos al fin, pudo guiar ciertas carreras profesionales.

Lo que quiero decir, lo que me inquieta mucho, lo que quiero compartir aquí, es que es necesaria una toma de consciencia que parta hacia el interior, y que nos permita ver, ver en realidad, ver que la estructura tampoco es tan compleja, sino que es sólida, salvaje y voraz.

Tras mi experiencia en la que se precia de ser la universidad más importante, cara, tecnológica y adelantada del país; mi estado de ánimo está entre el shock y el terror: esas generaciones de egresados que se sumarán a las filas del poder, ya como directores de empresas, ya como funcionarios públicos de alto nivel, ya como empresarios; cuyo humanismo es prácticamente nulo y cuyas aspiraciones se ubican en la temperatura del mercado; cuya madurez emocional es la de quienes -en su mayoría-, no han tomado una sola decisión en su vida, sino que han hecho lo que se esperaba de ellos; esas generaciones que harán por perpetuar el "estado de cosas" y las prácticas del poder.

Y por otro lado, nosotros, los ciudadanos, y los que de algún modo lo sabemos, pero que nos hayamos atrapados en la cotidianidad y su salvajismo, entre la persecución de los millones de productos por consumir, los miles de sueños prefabricados para una vida, y el sustento diario; enajenados de esta realidad en apariencia ilegible y absurda.
Se ha consumado una elección más, tal como la esperábamos, tal como sabíamos que sucedería.
¿Cuántas más permitiremos así?

En este que fue el país de las águilas, ahora carroña para los buitres

PD: disculparán ustedes algunos términos, pero es que estoy encabronado.

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