sábado, 23 de julio de 2011

El desánimo o un Elogio para la sonrísa

La posibilidad de ejercer el desánimo, como si de un acto continuo se tratara, como si de la manifestación de un derecho fuera el impulso; la posibilidad de entregarse a esa especie de pendiente o recta final, el tipo de últimos kilómetros que ansían quienes han atravesado el desierto con nada más que un galón de supervivencia.
Un día, es esto lo mejor que puede darse de uno; un día, no más entusiasmo para la posteridad, no más esperanza como pretexto para los peces que nadan bajo los hielos perpetuos; un día, hoy, es esto lo más y mejor que un hombre que no es malo, consigue otorgar al día, su día. No más intentos, no más escombros por recoger, no más días pretendiendo que es en construirse, en completarse, en advenir la felicidad mediante sonrisas imperdurables, que la existencia consiste. Un día para considerar que consiste en nada y que la nada, no es el espacio para de ilusiones ser llenado; sino para el paulatino y constante desánimo hasta la extinción.
Mañana, que habrá amanecido sin embargo, la mano derecha que abriría el paso de combustible al motor monocilíndrico, se entregará al desánimo, y lo vivirá a plenitud.



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Mil abrazos
¿Si no, dónde recogeríamos nuestros escombros?

José Alberto Gallardo
Teatro de la Brevedad
Director

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