viernes, 8 de julio de 2011

Para un día

Ahora sí puedes escribir, ahora sí; puedes, por ejemplo, dar forma a los rollos de tu Mar Muerto e inventarte un evangelio particular para los atardeceres lluviosos, algo que te acompañe para que de los ángeles, su oculto rostro y del canto de los serafines, consigas algo comprender, tú, el que lleva consigo un cuarto de revelado por memoria y cientos de metros de cinta por corazón. "hay que imprimir" -te dices- y echas una pobre mirada a esas mareas que se alejan, que no vuelven, que desaparecen con el canto de las últimas gaviotas de la tarde. Te gustas para ti y un relato de alguien que bajo la tormenta, camina cubriendo con su cuerpo de ella, a la mujer que ama, que ya no ríe, cuyo reflejo de los charcos, ha sido sustituido por los aceites del estruendo. Esta es tu sonata para los sueños, es éste, tu segundo para verte y escribirte acerca de ti. Como en el iglú, el esquimal escribe, y aguarda por el trineo del mensajero que no hará, sino devolverle su propia carta ceniza, cuando seis meses después, el sol dé paso a la Aurora boreal. El esquimal dará entonces un saltito de alegría.
Y así cada año, unas letras para la nada.

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