jueves, 7 de julio de 2011

Waisted time

El Cáncer

Y luego estaba esa estrella soviética que traía tatuada en el brazo, cerca del codo. Entonces así, como para hacer la plática:
-¿Y esa estrella? ¿Eres comunista?
-Sí
-El comunismo se acabó, ¿no te enteraste?
-No
-Vaya
-¿Qué?
-Nada, es, siempre he querido hacerme un tatuaje
-¿Eres gay?
-No, no, ¿por que´?
-No sé, me pareció
-Ah, bueno, pues, pues la verdad, nunca me atreví.
-Es una decisión importante
-¿Sí?
-Eso que quieres que haga
-Ah, sí, eso, bueno, ya, ya lo pensé y...
-Y ya lo decidiste
-Exacto.
-¿Listo?
-¿Eh? Sí, sí. Sí, claro.
-Siéntate
-¿Dónde?
-Donde quieras, es tu casa
-Sí, claro
-Ahí está bien. No, mejor en el baño, en la taza.
-¿Ahí?
-Esto puede provocar cierto, efecto y soltarte los intestinos, sería asqueroso que te encontraran sentado en tu mierda seca.
-Ah, sí. Aunque, bueno, pero, ¿está claro que, que no quiero, que... que acordamos que esto no va a doler, cierto?
-Cierto, pero va a oler.
Me dio una risita, ahogada, torpe, algo como el contratiempo antes de estornudar (hi, hi, hi...)
-Siéntate, perdón, pero tengo otra cita
-¿Para...?
-Con mi novia
-Ah. ¿Tienes novia?
-¿Qué creías, que era qué o qué?
-No, no, nada, o sea, qué... ¿le cuentas de esto, de tu trabajo?
-Sí, todo
-¿Todo?
-Sin nombres
-Ah, claro
-Una vez mencioné uno, creyó que era su psicólogo; enloqueció, no sabría que hacer sin él, desde entonces, nada de nombres. Quiero evitarle cualquier... sobresalto.
-Ah, que, que listo.
-Siéntate
-¿En la taza?
-Sin pantalones
-Claro
-Aunque, tengo que calcular tu caída, ¿tienes una toalla?
-Eh... sí, claro, ahí, en la cortina de la regadera, colgada.
-Permíteme
-Ajá
Se dejó caer, desde el escusado, colocó ahí, donde chocó su cráneo rasurado y brillante con el mosaico -tock-, una pequeña marca. 
-¿Cuánto pesas?
-Eh...mmm... no sé
Sacó una báscula portátil. 
-Quítate los pantalones
-¿Cómo?
-Y los calzones
-Ah... ¿ya, así?
-Es para pesarte
-Ah
Me pesó, luego sacó una libreta, realizó alguna ecuación o regla de tres, midió a ojo la marca y colocó la toalla a unos centímetros.
-Ya, siéntate
-Ah, sí
-Tienes la verga chiquitita
-¿Perdón?
-Tu tilín, es pequeñísimo
-Ah, ¿sí? Sí... es que... tengo miedo.
-Tranquilo, no va a doler, siéntate
-Eh, sí, gracias.
-¿Estás seguro de que seguiste todas mis instrucciones?
-Eh, sí, todas
-El ayuno, las cartas, las llaves, etc.
-Sí, todas
-Okey, este es el momento. ¿Quieres cerrar los ojos?
-No
-Okey, pero no me mires
-No
-¿El dinero está completo, cierto?
-Cierto, incluso he puesto más
-No era necesario, pero gracias. ¿No quieres que se lo devuelva a...?
-No
-Okey. Relájate
-Ajá
-Cárgate un poco hacia la derecha
-Ajá
-¿Listo?
-Sí
-Buen viaje
-Gracias, un placer haberte conocido
-Sí
Algo así imaginé que podría ser, mi última conversación, con el cumplidor de deseos -por su página de internet y a la que se accede siendo específico en la búsqueda: "asistencia + para + mi + suicidio".

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