domingo, 3 de julio de 2011

Wild is the wind


Existe, en cierta comunidad, la creencia de que no existe distinción entre la vigilia y el sueño, y que ambos, habrían de ser para la memoria, experiencias vividas, así, hubo quien afirmaba: "he volado" y otra más: "me ha atravesado una lanza y desde entonces, me he convertido en reptil".
La última vez que estuve en el polo norte, hace pocas horas, debo haber tenido un segundo de aproximación a la comprensión de la creencia de ese pueblo del viento: Tuve la sensación de ser un pingüino, y entonces, recordé como es que a mi papá, se le conoce precisamente así, como "Pingüi" o "Pingüino", pude por ese segundo, corroborar la auténtica naturaleza de mis genes y rozar un instante también, la calma con la que mi padre, deja que sean los días quienes de él se apoderen, sin que casi ningún adjetivo, quiera añadir para la posteridad de ellos en su memoria. Caminé largo rato, seguido de uno o dos amigos pingüinos, el sonido de mis patas contra el hielo eterno y los cristales que se encajaban como diamantes; parecían en efecto, la exacta medida del tiempo; papá estaba al final de la línea, dispuesto al salto al vacío, sobre el ártico helado.
Y la aurora boreal, acompañó su salto; tanto como esta grabación del ´64 de Nina Simone, da cuenta de la tormenta aconteciendo: "Wild is the wind" "For we´re creatures of the Wind/ and wild is the Wind"
Supongo entonces, que ni los nativos de ese pueblo esculpido por el viento, ni el par de pingüinos con quienes conversé y presencié el clavado de mi padre; tendrán el menor deseo en comprender lo extraviado y absurdo de mi proceder esta tarde: la procuración del acomodo del tiempo venidero, el que no existe y que sin embargo; salvaje e imprevisible, llegará.

¿Cómo a través del catalejo de nuestra cultura, podré comprender un día, el canto de los pingüinos?

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